A lo largo de la historia, se han generado múltiples debates sobre si el traductor realiza una labor única e imprescindible o si, por el contrario, con unos conocimientos básicos en el ámbito de la traducción y unas nociones del idioma le sería suficiente para ser capaz de traducir un texto. El debate se acentúa todavía más cuando se habla de traducción jurídica. ¿Hasta qué punto el conocimiento especializado es importante para el traductor jurídico? O formulado de otra manera, ¿qué tiene mayor importancia para el traductor jurídico: la competencia traductora o la competencia del conocimiento experto?
Pues bien, siento comunicar que se trata de una cuestión que ha alimentado numerosos debates y que, a día de hoy, no tiene una respuesta clara y contundente. Al tratarse de un campo meticuloso y algo complicado para el público general, es difícil encontrar una sola respuesta a este asunto.
La traducción jurídica
Podría definirse como una especialidad que presenta multitud de trabas y de dificultades, tanto para un traductor como para un jurista, y, por tanto, resulta un ámbito muy problemático en lo que concierne a la traducción. Las soluciones a dichas dificultades no solo residen en el conocimiento experto, el Derecho, sino también en la competencia traductora, así como las estrategias que se deben llevar a cabo para realizar una buena traducción de esta especialidad.
Por un lado, el traductor con conocimientos en Derecho normalmente opta por soluciones de traducción muy tradicionales, llevándole a traducciones muy fieles al texto original que no llegan a expresar correctamente el sentido amplio del contenido por miedo a errar por compresión inexacta de algunos términos jurídicos.
Por otro lado, el jurista que domina un idioma llega a alcanzar el grado de comprensión pleno del documento jurídico pero la disciplina traductológica, al ser tan compleja, puede ocasionarle grandes dificultades.
La clave para la formación del traductor jurídico
Está en que este deberá poseer conocimientos de ambos derechos implicados en la traducción, así como deberá saber solucionar las diferencias que se produzcan entre ambos sistemas jurídicos para facilitar la tarea de traducción.
La traducción es una actividad humana, y, por lo tanto, se trata de una actividad imperfecta y siempre mejorable. Sin embargo, en este campo, una traducción de mala calidad o que presente erratas puede ocasionar graves consecuencias al tratarse de documentos tales como sentencias, testamentos, partidas de nacimiento, contratos… Un error ocasionado por compresión inexacta de un término jurídico o, por el contrario, no saber captar el sentido lingüístico en una declaración jurada, puede costar muy caro.
Como se puede constatar, el tema abordado es una cuestión compleja que no puede tener una sola respuesta válida, sin embargo, lo que ha quedado claro es que la mejor opción sería una persona que sea especialista en las dos materias para poder solventar cualquier tipo de dificultad.
Traductor Jurado y Traductor jurídico
Si no es el caso, para realizar una traducción jurídica de calidad no es necesario cursar estudios de Derecho, sino más bien, poseer conocimientos especializados en este ámbito, y lo más importante, mantener una formación continua.
Normalmente el traductor jurídico suele ir de la mano del traductor jurado. Ambas traducciones se complementan entre si y el uso de la traducción jurídica lleva implícito, la mayoría de las veces, la firma de un traductor jurado para los documentos jurídicos: testamentos, sentencias de divorcios, certificados, estatutos. En CBLingua – Barcelona contamos con un equipo de traductores jurados en todos los idiomas y especializados en todo tipo de documentos. ¡Consúltenos!